Héctor Estrada
El deslizamiento de tierra ocurrido hace unos días sobre uno de los muros de contención de conocido supermercado ubicado en la carretera a Villaflores de Tuxtla Gutiérrez ha reavivado un tema que sigue agravándose debido a la corrupción e irresponsabilidad de las autoridades municipales.
Desde la publicación del mapa de riesgos a detalle en 2008, especialistas advirtieron el elevado riesgo en que viven cientos de familias al extremo sur oriente de la capital chiapaneca por la susceptibilidad del suelo a fuertes deslizamientos. En ese entonces se advirtió que al menos 50 colonias se mantenían en zona de alto riesgo.
Y es que las evidencias ya eran del dominio público. Lo ocurrido en las colonias Lomas del Oriente y La Cueva del Jaguar se convirtió durante la década pasada en los casos más alarmantes provocados por los deslizamientos de la zona. Casas fracturadas, con grietas de hasta un metro, y decenas de familias reubicadas fueron el saldo del irresponsable otorgamiento de permisos en la zona.
En 2008 un grupo de especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) advirtió que la pésima planeación y crecimiento urbano de la capital chiapaneca la hacía una ciudad altamente susceptible a deslizamientos, escurrimientos de alto riesgo, inundaciones y hundimientos debido a la gran cantidad de arroyos sepultados bajo la mancha urbana.
La misma advertencia fue hecha una y otra vez por organizaciones civiles como los “Amigos de la Cuenca del Río Sabinal” quienes documentaron el alarmante deterioro de los viejos embovedados que se extienden a través de gran parte de las colonias y barrios céntricos de Tuxtla Gutiérrez. Y esa no era la primera vez que se advertía semejante situación.
El crecimiento descontrolado y arbitrario de la capital chiapaneca está plagado de errores, omisiones, corrupción e irresponsabilidades que seguirán teniendo consecuencias. Por décadas, administraciones municipales y estatales autorizaros yo legalizaron el desarrollo de colonias sobre laderas e inmediaciones de afluentes donde era ilegal su establecimiento formal.
Pero también la ciudadanía tiene su cuota de responsabilidad y negarlo sería deshonesto. A conciencia muchas familias edificaron sus viviendas a orillas de arroyos o, peor aún, sobre afluentes embovedados que atraviesan los cimientos de sus viviendas. Y así viven hoy decenas en Tuxtla, sabiendo que habitan encima de verdaderas bombas de tiempo sobre las que sus padres, abuelos o ellos mismos decidieron vivir.
Sin embargo, la mayor preocupación es que se trata de prácticas de crecimiento urbano que se siguen repitiendo. Durante los últimos seis años se han autorizado al menos 15 nuevos permisos para desarrollos habitacionales en esa zona de la capital chiapaneca, sin contar los asentamientos irregulares que se han generado ante la mirada omisa de las autoridades municipales.
Es un problema que apunta a recrudecerse durante los siguientes años, agravado por deforestación de las laderas a causa de más proyectos inmobiliarios.
Los últimos gobiernos municipales han solapado la complicación de la situación, por lo que dejarán un reto importante qué afrontar para las administraciones entrantes y las futuras generaciones… así las cosas.