El Estado/Agencia
La dispersión de las cenizas fueron kilométricas. En algunos lugares el sol ocultó por varias horas, la densidad emitida de los materiales volcánicos impidió que los rayos ultravioletas llegaran como de costumbre. Fue un 28 de marzo de 1982 que el Chichonal despertó y lo hizo enojado.
Hoy se cumplen 40 años de aquel evento que sepultó, cuando menos, dos mil personas. Todo fue confuso, el tema de protección civil no estaba, ni siquiera, en pañales. No había vigilancia con tecnología y pocos, contados con los puños, sabían de la potencia que tenía el cráter.
Sigue activo aún, por suerte, no ha despertado. En cuatro décadas se han podido instalar materiales básicos para monitorear la actividad sísmica, el color de la laguna y otros parámetros. Los comuneros ya conocen de la fuerza del lugar, también se han hecho simulacros.
A tantos años de aquella desgracia, el volcán ahora se ha convertido en lugar muy atractivo para los turistas pero, según los investigadores, la población aún no se puede confiar, debido a que el cráter aún desprende fumarolas calientes y su despertar es incierto, pero posible.
De acuerdo con Miguel Angel Alatorre Ibargüengoitia, del Instituto de Investigación de Riesgo y Cambio Climático en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), la zona cuenta con sitios de vigilancia que permiten a los académicos analizar que cambios tiene el Chichonal, desde los sismos que ocurren en los alrededores, hasta cualquier modificación en la coloración de la laguna.
A diferencia de los temblores que no hay tecnología que pueda predecir en que momento ocurrirán, en el caso de los volcanes sí hay herramientas que permitan alertar (sólo a corto plazo) a las instituciones y a la población en dado caso que el Chichonal se reactivara.
Fotografías: cortesía de Miguel Angel Alatorre Ibargüengoitia